El hablar de “dar” dentro del ámbito de las finanzas familiares, nos lleva inmediatamente a la disyuntiva de si deberíamos dar de lo mucho o poco que tenemos a los demás. Este dilema se presenta más bien a nivel de la práctica, ya que conceptualmente, es frecuente que las personas opinen que como principio, el compartir con el prójimo es una actitud deseable.
Lo anterior podría bien responder al hecho de que aunque hemos aprendido, dentro de la cosmovisión cristiana, que la caridad se constituye en una de las mayores virtudes del ser humano, la sociedad actual, caracterizada por el individualismo egoísta, propone el afán desmedido de posesión como una premisa de éxito. Además, hay una gran cantidad de argumentos que pueden usar las personas para evadir la responsabilidad ética y moral de dar al otro de forma caritativa. Los que tienen en abundancia podrían alegar que se debe premiar el esfuerzo individual y desalentar la dádiva gratuita. El que considera tener poco, usualmente alega que sus recursos no son suficientes ni siquiera para compartiruna pequeña fracción.
De esta forma, la lógica mercantil del “dar solo si se recibe algo a cambio” se ha convertido también en principio de las interacciones con los demás. Así las cosas, la propuesta bíblica “es mejor dar que recibir” queda relegada a algunos actos de bondad esporádicos movidos tal vez por una carita hambrienta en la calle, mientras nos auto justificamos trasladando nuestra responsabilidad, por ejemplo, al Estado.
Dar para ser
Ayudar al menos privilegiado, colaborar y ser solidario con otros, responden al llamado interior de darse a los otros sin esperar nada; audible para quien ha procurado fomentar un estado interno de plenitud y contentamiento. Por lo tanto, la satisfacción profunda y el bienestar que se experimentan al realizar estos actos, no se constituyen en una “recompensa” sino más bien en la realización del ser.
Sin embargo, el afán y la corriente de la sociedad actual, muchas veces obstaculizan la percepción de esa voz interior y nos desensibiliza ante la necesidad del otro. Al procurar intencionalmente un mayor bienestar, entendido más bien como la satisfacción de necesidades, gustos y deseos en el ámbito físico y material, sacrificamos el bienestar integral propio y de quienes nos rodean.
Ser mano amiga en la adversidad
Al transitar por la vida, todos, sin excepción, nos encontramos con dificultades que afectan nuestra existencia. Enfermedad, carencias materiales, problemas familiares, la pérdida de un ser querido…son algunas de las caras de la adversidad. Algunos, tienen la fortaleza para salir adelante. Otros, se quedan en el camino sin más esperanza que encontrar una mano amiga que les auxilie.
La capacidad de sobreponerse a la adversidad es admirable, pero aún más admirable es poder reconocer la necesidad en otros. Sin embargo, como se señalaba anteriormente, en nuestra sociedad la filantropía ha dejado de ser popular. Valores como la solidaridad, la generosidad, la empatía y la caridad han perdido actualidad. Lo vigente es la competitividad desmedida y el egocentrismo. Como ya vimos, son justamente estas formas de asumir la vida las que impiden, en muchos casos, percibir la necesidad del otro, incluso de aquellos en nuestra cercanía. Familiares, amigos y amigas sufren nuestra indiferencia en momentos de verdadera crisis, y aún cuando seamos capaces de identificar la situación, muchas veces no existe la voluntad para involucrarnos.
Ser insensibles a las necesidades de los demás pareciera ser ventajoso. Como “buenos administradores” de nuestra vida podríamos argüir que para obtener los mejores resultados debemos invertir tiempo, bienes materiales, habilidades, y demás recursos en beneficio de nuestro proyecto de vida. Sin embargo, al hurgar profundo, nos damos cuenta que el balance no es correcto, nos hace falta aquello que saltaba a la vista en la Madre Teresa: la empatía por el dolor de otros y el empeño de hacer la diferencia.
A pesar de que para muchos de nosotros es difícil llegar a tal nivel de altruismo, todos y todas tenemos la capacidad de dar. Algunos consejos prácticos para dar son los siguientes:
Todos pueden dar. Sí es posible ser solidario sin deteriorar el presupuesto familiar, ya que aún cuando no se cuente con recursos materiales siempre existe la posibilidad de dar en tiempo, cuidado y atención.
Todos merecen recibir. Todo hombre y mujer tiene un valor intrínseco que es igual para todas las personas. Por lo tanto, cada ser humano merece nuestra atención y la posibilidad de recibir ayuda por el solo hecho de ser persona.
No se trata de tener lástima sino de ser solidario. Cuando se experimenta lástima por una persona, el sentimiento no produce más que una especie de tristeza interior por la situación de aquella persona, usualmente este sentimiento desaparece al desviar la atención hacia otro asunto. La solidaridad por el contrario es un valor que se ejerce con plena conciencia y que usualmente conlleva a una acción para ayudar a la otra u otras personas a solventar su necesidad o lograr sus objetivos.
De lo que pueda. De de acuerdo a sus posibilidades procurando siempre llenar sus necesidades. Si conoce sus ingresos y gastos y ha logrado determinar cómo gasta su dinero, según la clasificación de necesidades, gustos y deseos (ver fascículos anteriores), le será más fácil buscar formas de compartir con otros sin afectar las finanzas familiares.
Comparta más que dinero. Es posible ayudar a otros sin tener dinero disponible. Comparta también:
Tiempo
Bienes y recursos
Sus capacidades
Sus conocimientos
De con alegría: ayudar a los semejantes es parte de la realización del ser humano, por eso dice la Biblia que más dichoso es quien da que quien recibe, por lo tanto disfrute cada oportunidad que tenga de dar a los demás sin esperar nada a cambio.
Valore lo que realmente es importante: frecuentemente utilizamos muchos recursos para cubrir gustos o deseos que en realidad no son necesidades primarias. Considere con amor y humildad vivir de forma más austera pero más satisfactoria en términos de colaboración y solidaridad con quienes le rodean. Piense en los demás y no solamente es sí mismo
Nunca utilice el privilegio de dar para manipular a los demás. Este tipo de actitudes lejos de ayudar a otros, les roba su libertad y dignidad.
Establezca metas concretas: Invierta tiempo en cuanto cómo y a quién va ayudar y de qué manera. Tome acciones específicas para separar los recursos o tiempo que ha decidido dar a los demás. Algunas de las opciones de a quién ayudar podrían ser:
Ayude un familiar
Adopte una causa
Apoye una emergencia
Una institución responsable
Una comunidad
Involucre a toda su familia. Dialogue con su pareja e hijos para tomar decisiones en cuanto a la ayuda que tiene planeado dar. Llegue a acuerdos con su pareja e hijos, sea Transparente, no traspase el límite de lo acordado y procure conocer y transmitir a todos los involucrados el alcance o impacto que su ayuda está teniendo en la vida de otros.
De esta forma, la lógica mercantil del “dar solo si se recibe algo a cambio” se ha convertido también en principio de las interacciones con los demás. Así las cosas, la propuesta bíblica “es mejor dar que recibir” queda relegada a algunos actos de bondad esporádicos movidos tal vez por una carita hambrienta en la calle, mientras nos auto justificamos trasladando nuestra responsabilidad, por ejemplo, al Estado.
Dar para ser
Ayudar al menos privilegiado, colaborar y ser solidario con otros, responden al llamado interior de darse a los otros sin esperar nada; audible para quien ha procurado fomentar un estado interno de plenitud y contentamiento. Por lo tanto, la satisfacción profunda y el bienestar que se experimentan al realizar estos actos, no se constituyen en una “recompensa” sino más bien en la realización del ser.
Sin embargo, el afán y la corriente de la sociedad actual, muchas veces obstaculizan la percepción de esa voz interior y nos desensibiliza ante la necesidad del otro. Al procurar intencionalmente un mayor bienestar, entendido más bien como la satisfacción de necesidades, gustos y deseos en el ámbito físico y material, sacrificamos el bienestar integral propio y de quienes nos rodean.
Ser mano amiga en la adversidad
Al transitar por la vida, todos, sin excepción, nos encontramos con dificultades que afectan nuestra existencia. Enfermedad, carencias materiales, problemas familiares, la pérdida de un ser querido…son algunas de las caras de la adversidad. Algunos, tienen la fortaleza para salir adelante. Otros, se quedan en el camino sin más esperanza que encontrar una mano amiga que les auxilie.
La capacidad de sobreponerse a la adversidad es admirable, pero aún más admirable es poder reconocer la necesidad en otros. Sin embargo, como se señalaba anteriormente, en nuestra sociedad la filantropía ha dejado de ser popular. Valores como la solidaridad, la generosidad, la empatía y la caridad han perdido actualidad. Lo vigente es la competitividad desmedida y el egocentrismo. Como ya vimos, son justamente estas formas de asumir la vida las que impiden, en muchos casos, percibir la necesidad del otro, incluso de aquellos en nuestra cercanía. Familiares, amigos y amigas sufren nuestra indiferencia en momentos de verdadera crisis, y aún cuando seamos capaces de identificar la situación, muchas veces no existe la voluntad para involucrarnos.
Ser insensibles a las necesidades de los demás pareciera ser ventajoso. Como “buenos administradores” de nuestra vida podríamos argüir que para obtener los mejores resultados debemos invertir tiempo, bienes materiales, habilidades, y demás recursos en beneficio de nuestro proyecto de vida. Sin embargo, al hurgar profundo, nos damos cuenta que el balance no es correcto, nos hace falta aquello que saltaba a la vista en la Madre Teresa: la empatía por el dolor de otros y el empeño de hacer la diferencia.
A pesar de que para muchos de nosotros es difícil llegar a tal nivel de altruismo, todos y todas tenemos la capacidad de dar. Algunos consejos prácticos para dar son los siguientes:
Todos pueden dar. Sí es posible ser solidario sin deteriorar el presupuesto familiar, ya que aún cuando no se cuente con recursos materiales siempre existe la posibilidad de dar en tiempo, cuidado y atención.
Todos merecen recibir. Todo hombre y mujer tiene un valor intrínseco que es igual para todas las personas. Por lo tanto, cada ser humano merece nuestra atención y la posibilidad de recibir ayuda por el solo hecho de ser persona.
No se trata de tener lástima sino de ser solidario. Cuando se experimenta lástima por una persona, el sentimiento no produce más que una especie de tristeza interior por la situación de aquella persona, usualmente este sentimiento desaparece al desviar la atención hacia otro asunto. La solidaridad por el contrario es un valor que se ejerce con plena conciencia y que usualmente conlleva a una acción para ayudar a la otra u otras personas a solventar su necesidad o lograr sus objetivos.
De lo que pueda. De de acuerdo a sus posibilidades procurando siempre llenar sus necesidades. Si conoce sus ingresos y gastos y ha logrado determinar cómo gasta su dinero, según la clasificación de necesidades, gustos y deseos (ver fascículos anteriores), le será más fácil buscar formas de compartir con otros sin afectar las finanzas familiares.
Comparta más que dinero. Es posible ayudar a otros sin tener dinero disponible. Comparta también:
Tiempo
Bienes y recursos
Sus capacidades
Sus conocimientos
De con alegría: ayudar a los semejantes es parte de la realización del ser humano, por eso dice la Biblia que más dichoso es quien da que quien recibe, por lo tanto disfrute cada oportunidad que tenga de dar a los demás sin esperar nada a cambio.
Valore lo que realmente es importante: frecuentemente utilizamos muchos recursos para cubrir gustos o deseos que en realidad no son necesidades primarias. Considere con amor y humildad vivir de forma más austera pero más satisfactoria en términos de colaboración y solidaridad con quienes le rodean. Piense en los demás y no solamente es sí mismo
Nunca utilice el privilegio de dar para manipular a los demás. Este tipo de actitudes lejos de ayudar a otros, les roba su libertad y dignidad.
Establezca metas concretas: Invierta tiempo en cuanto cómo y a quién va ayudar y de qué manera. Tome acciones específicas para separar los recursos o tiempo que ha decidido dar a los demás. Algunas de las opciones de a quién ayudar podrían ser:
Ayude un familiar
Adopte una causa
Apoye una emergencia
Una institución responsable
Una comunidad
Involucre a toda su familia. Dialogue con su pareja e hijos para tomar decisiones en cuanto a la ayuda que tiene planeado dar. Llegue a acuerdos con su pareja e hijos, sea Transparente, no traspase el límite de lo acordado y procure conocer y transmitir a todos los involucrados el alcance o impacto que su ayuda está teniendo en la vida de otros.
0 comentarios:
Publicar un comentario