El alcohol quita las manchas a la ropa. Pero eso no es lo único que el alcohol quita. El alcohol también quita la ropa. Por extraño que parezca, el alcohol no sólo hará esto al hombre que lo beba, sino que también a aquellos por quienes él tiene responsabilidad. El alcohol quita al hombre la ropa que lleva puesta. Quitará a la mujer sufrida la ropa que ella lleva puesta también. Hasta a los pobres niños del hombre que se encuentre metido en el alcoholismo les quitará la ropa también.
El alcohol quita la sonrisa al rostro de las madres y esposas. También quita la sonrisa de los padres y maridos. Quita la risa de los niños inocentes. Le quita hasta la alegría durante la hora de jugar.
El alcohol quita el calor al hogar. Se vuelve en un lugar frío y poco agradable.
En cuanto a lo que quita, el alcoholno tiene igual. Quita casas limpias y deja el desorden. Quita la plenitud y deja la pobreza. Quita la honestidad y deja la vergüenza. Quita el honor y deja la humillación. Quita la dignidad personal y deja la aflicción.
El alcohol no solamente quita algunas manchas a la ropa; también crea otras. Puede manchar repentinamente una reputación. Y peor que eso, puede manchar y deformar el carácter. Puede echar a perder el porvenir brillante de cualquier hombre o mujer que se entrega a él. Y al fin puede arruinar a la persona que se encuentra atrapada en sus redes engañosas.
El alcohol puede marcar al hombre para toda la vida con su mancha maldita y puede quitar del ser humano, sea pequeño o sea grande, todo lo que hace la vida digna y lo que vale la pena.
Pero eso aún no es lo peor que le puede pasar a un hombre. El verdadero mal es que el alcohol borrará el nombre del hombre del Libro de la vida. Quitará de su corazón toda esperanza de alcanzar un compañerismo con Dios y los hombres santos, tanto ahora como en la eternidad en los cielos.
"No erréis; ni los fornicarios . . . ni los ladrones . . . ni los borrachos . . . heredarán el reino de Dios" (1 Corintios 6:9-10). Hay un antídoto para este veneno que quita todo lo que es bueno. Ese antídoto es la fe en Jesucristo. Hasta el más desesperanzado alcohólico puede confiar en él para obtener la salvación. Cristo no solamente perdona al culpable, sino también purifica el corazón de toda iniquidad. "El vino es escarnecedor, la sidra alborotadora, y cualquiera que por ellos yerra no es sabio. Al fin como serpiente morderá, y como áspid dará dolor" (Proverbios 20:1 y 23:32).
El alcohol no solamente quita algunas manchas a la ropa; también crea otras. Puede manchar repentinamente una reputación. Y peor que eso, puede manchar y deformar el carácter. Puede echar a perder el porvenir brillante de cualquier hombre o mujer que se entrega a él. Y al fin puede arruinar a la persona que se encuentra atrapada en sus redes engañosas.
El alcohol puede marcar al hombre para toda la vida con su mancha maldita y puede quitar del ser humano, sea pequeño o sea grande, todo lo que hace la vida digna y lo que vale la pena.
Pero eso aún no es lo peor que le puede pasar a un hombre. El verdadero mal es que el alcohol borrará el nombre del hombre del Libro de la vida. Quitará de su corazón toda esperanza de alcanzar un compañerismo con Dios y los hombres santos, tanto ahora como en la eternidad en los cielos.
"No erréis; ni los fornicarios . . . ni los ladrones . . . ni los borrachos . . . heredarán el reino de Dios" (1 Corintios 6:9-10). Hay un antídoto para este veneno que quita todo lo que es bueno. Ese antídoto es la fe en Jesucristo. Hasta el más desesperanzado alcohólico puede confiar en él para obtener la salvación. Cristo no solamente perdona al culpable, sino también purifica el corazón de toda iniquidad. "El vino es escarnecedor, la sidra alborotadora, y cualquiera que por ellos yerra no es sabio. Al fin como serpiente morderá, y como áspid dará dolor" (Proverbios 20:1 y 23:32).
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